martes, 11 de mayo de 2010

Los mares de la luna II

En algunas tradiciones se dice que Dios tenía dos soles y que guardaba uno de ellos de reserva; hasta que un día, no sabiendo que hacer con el que envejecía inútilmente en un rincón, lo lanzó al cielo y lo convirtió en la Luna.





Muchas civilizaciones han considerado la Luna como la dueña del tiempo, del devenir y del destino. La Luna mientras iba creciendo y decreciendo, desapareciendo y reapareciendo
tres días después delgada y frágil, iba desgranando los meses. Ofrecía un tiempo concreto y vivo, un tiempo que transcurre y habla a los sentidos, un tiempo que podía sentirse intuitivamente y que va consumiendo hasta la muerte, incluso a ella misma. Eso sí, mientras perpetuamente la Luna “muere” y “nace” de nuevo, no sucede lo mismo con el hombre: una vez muerto, ya nunca vuelve. Pero también muchísimas historias y leyendas nos presentan a la Luna dominadora de las aguas y señora de la vegetación. Desde muy temprano los hombres advirtieron que el mar sube y baja y relacionaron estos latidos de las aguas terrestres con el ritmo lunar. Para algunas culturas antiguas, las plantas crecen por el calor lunar y las hierbas lo hacen en dirección a la Luna. Todavía hoy, algunos campesinos suelen sembrar durante la Luna nueva pensando que así aseguran a la semilla un crecimiento en sintonía con el de la Luna; por el contrario, prefieren recoger legumbres durante la Luna menguante, temiendo contrariar el ritmo cósmico caso de interrumpir la vida de un organismo cuando la Luna “crece”.



Algunas religiones centroafricanas son un claro exponente de todas estas consideraciones. Los pigmeos, por ejemplo, tienen a la Luna como la “madre de la vegetación y de las cosas vivas”. La fiesta de la Luna nueva (que está reservada exclusivamente a las mujeres), tiene lugar justo antes de la época de lluvias, y para glorificarla, las mujeres se untan con jugos vegetales y con arcilla, tornándose blancas como la luz lunar. Luego, beben un alcohol de plátanos fermentados
y bailan hasta la extenuación invocando y suplicando a la Luna que aleje los espíritus de los muertos y que proporcione a la tribu niños, caza, pescado y frutos en abundancia.




Desde la Antigüedad, la Luna ha ejercido una importante influencia
en la imaginación de los seres humanos. Y también ha sido, y continua
siendo, una inagotable musa inspiradora para poetas y cantantes. [...]

Sí, la Luna, esa eterna compañera de viaje de la Tierra, que es [...] el cuerpo celeste más brillante y el que ha ejercido mayor fascinación en el hombre.



SACADO DE: El sistema solar: La luna, eterna compañera

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